Un pueblo, una familia o una persona sin pasado, es como un árbol sin raíces.
No posee vida, es frágil y cualquier viento lo puede derribar. Saber de dónde
viene uno es fundamental para poder enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Es estar “bien plantado”,
firme y seguro de todo lo que hemos sido, orgullosos de todo lo que somos ahora
y confiado de todo lo que se deseamos ser para el futuro.
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Reconstruyendo
el pasado por Alberto Jiménez Rey
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Todos los seres humanos necesitamos sentir la seguridad y el orgullo de nuestro
pasado. Pues todo lo que hemos sido, como pueblo y como persona, explica lo que
en la actualidad somos. Todos los pueblos del mundo tienen una antigua
historia. Lo mismo que todas las personas y las familias tenemos un pasado que
explica lo que estamos haciendo en este momento. Nuestra historia nos dice de
dónde venimos, nos enseña a entender en dónde estamos ahora y nos permite
pensar a dónde en verdad queremos ir.
Un pueblo, una familia o una persona que no conozca su pasado, se encuentran
perdidos y desolados. Pues en el milagro de la vida, todos formamos parte de
una continuidad genética, histórica y espiritual. Una larga cadena de cadenas
que se entrelazan unas con otras, nos unen y nos fortalecen. Lo que hicieron,
aprendieron y crearon nuestro ante pasado ahora es parte fundamental de lo que
hoy somos, aunque a veces no lo entendamos puntualmente.
En la vida todo se da a través de un sistema de causas y efectos, muy
pocas cosas son casualidades. Cuando uno conoce su pasado, y el pasado de nuestros
padres y abuelos, y aún más, el pasado de nuestra Cultura, de nuestra
Civilización; algo extraordinario acontece en nuestra conciencia y en nuestro
interior.
Una fuerza muy poderosa que viene desde muy adentro y desde muy atrás,
nos llega como esas crecidas de los ríos en las cuencas secas que, aunque no
llueva en el plano y todo este árido, de las montañas baja el agua con una
fuerza inaudita llevando la vida a los animales y a las plantas. De la misma
manera, cuando uno conoce su pasado, tanto el personal, el familiar, como el de
nuestra Civilización, una fuerza extraordinaria y poderosa llega hasta nosotros
como un torrente de energía y confianza y se suma a nuestras vidas como un
recurso más, para mejorar y darle sentido y orientación a nuestro existir y a
nuestras familias.
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